No es nada raro que uno sufra creando. La creación mitiga el sufrimiento y al mismo tiempo es fuente de sufrimiento. Y no solo porque cualquier labor pueda conllevar un esfuerzo..., en este caso mental.
Siempre digo que escribir es para mí igualmente un autopsicoanálisis, con todo lo que eso supone.
Imagino que alguna vez ha creado usted un escrito y ha tenido que borrar y volver a escribir... Pues imagínese uniendo cientos de historias que surgen de su cerebro, y todos esos paisajes, y entremezclándolo todo, y cambiándoles el orden, y buscando las palabras que cree perfectas, y que a veces estas no quieran salir, y tratando de ponerle a todo un fin, un sentido..., cuando a veces no lo encuentra ni en su propia vida...
E imagine que todas esas historias vayan cambiando, y que los personajes se rebelen a medio camino, o se mezclen con las historias de su propia vida... Mezclado todo con su sufrimiento, el que tiene cualquiera, y esas dudas constantes sobre si el esfuerzo merece la pena, si alguien lo leerá o a alguien le ayudará a vivir... Sabiendo además que siempre puede escribirlo mejor, hacerlo todo mejor, pero en ese momento sale así, como si alguien le dictara desde el más allá...
Y luego, ya todo más o menos armado, entonces relee, y desea pulir y cambiar y borrar... Algunos párrafos le maravillan como si no los hubiera escrito usted, y otros le espantan y desea rehacerlos por completo, o incluso borrarlos de la faz de la Tierra... Y lo hace, borra, pule, reorganiza, y así hasta el final... Hasta que un día (tras años de trabajo en mi caso) decide ponerle fin, porque debe hacerlo, aunque seguiría puliendo hasta la eternidad..., para así dejarlo perfecto.
Espero que se haya hecho usted una idea de lo loco que puede volverse uno con todas esas historias que no existen mezcladas con todas esas otras historias de la vida, que quizás tampoco existen...