«¿Quién lucha? Me afectó, ¿no significa nada? Cuando, detrás de un tabique, apareció el cuerpo del doctor Senzo Saito, ya estaba ─quizás por la humedad de las verduras─ en un avanzado estado de descomposición. Javier y yo llevábamos treinta y nueve días en esta luna. El obrero que lo descubrió, un pequeño hombre nacido en San Pedro de Riobamba, al calor del Chimborazo, sufrió una crisis nerviosa. También a mí me afectó, aunque no le conociera ni aún fuera mi objetivo evitar su muerte o encontrarle. Porque cuatro días antes, Javier había insinuado que quizás yo podría hacerlo, y también descubrir a quienes confabulaban y despreciaban los mandatos de la Tierra. Lo insinuó, y yo me pregunté qué había de malo en que los robots contribuyésemos a colonizar esta luna. Lo habíamos hecho desde el primer día; era imposible sin nosotros».
De «Tal como soy... ahora» de Ana Ávila de Luna