MIS NOVELAS

MIS NOVELAS
Mis novelas

Mito de la Caverna de Platón

«Del sentimiento trágico de la vida» de Miguel de Unamuno

 



(...) Como que sólo vivimos de contradicciones, y por ellas; como que la vida es tragedia, y la tragedia es perpetua lucha, sin victoria ni esperanza de ella, es contradicción.

Se trata, como veis, de un valor afectivo, y contra los valores afectivos no valen razones. Porque las razones no son nada más que razones, es decir, ni siquiera son verdades. Hay definidores de esos pedantes por naturaleza y por gracia, que me hacen el efecto de aquel señor que va a consolar a un padre que acaba de perder un hijo, muerto de repente en la flor de sus años, y le dice: «¡Paciencia, amigo, que todos tenemos que morirnos!» ¿Os chocaría que este padre se irritase contra semejante impertinencia? Porque es una impertinencia. Hasta un axioma puede llegar a ser en ciertos casos una impertinencia. Cuántas veces no cabe decir aquello de «para pensar cual tú, solo es preciso no tener nada más que inteligencia». Hay personas, en efecto, que parecen no pensar más que con el cerebro, o con cualquier otro órgano que sea el específico para pensar; mientras otros piensan con todo el cuerpo y toda el alma, con la sangre, con el tuétano de los huesos, con el corazón, con los pulmones, con el vientre, con la vida. Y las gentes que no piensan más que con el cerebro, dan en definidores; se hacen profesionales del pensamiento. ¿Y sabéis lo que es un profesional? ¿Sabéis lo que es un producto de la diferenciación del trabajo?

«Del sentimiento trágico de la vida», Miguel de Unamuno

«El Aleph» de Jorge Luis Borges

 


Me releyó, después, cuatro o cinco páginas del poema. Las había corregido según un depravado principio de ostentación verbal: donde antes escribió «azulado», ahora abundaba en «azulino», «azulenco» y hasta «azulillo». «El Aleph», Jorge Luis Borges http://cvc.cervantes.es/actcult/borges/portada.htm

«El Jarama» de Rafael Sánchez Ferlosio

 


«...Entra de nuevo en terreno terciario y recibe por la izquierda al Henares, en Mejorada del Campo. En Vaciamadrid recoge al Manzanares por la orilla derecha, por abajo del puente de Arganda; y en Titulcia al Tajuña, por la izquierda. Suministra a la grande acequia llamada Real del Jarama, y ya en las vegas de Aranjuez entrega sus aguas al Tajo, que se las lleva hacia Occidente, a Portugal y al Océano Atlántico».

«El Jarama», Rafael Sánchez Ferlosio

«La tesis de Nancy» de Ramón J. Sender

 




Quiero ir al coto de Doñana, que está hacia la parte de Huelva, para ver los lugares donde estuvo emplazada Tartesos, la gran ciudad donde los caballos comían en pesebres de plata; los ciudadanos tenían leyes en verso, escritas desde hace ocho mil años (imagínate), y estaba habitada por los hombres más hermosos y más pacíficos del mundo. Tú sabes que América es el único país del orbe donde las mujeres, refiriéndose a los hombres, decimos a veces how sweet! Es decir, que en ninguna otra parte del mundo es atractivo para las hembras un hombre dulce (sweet). Pues parece que los Tartesos eran los más dulces del mundo y por desgracia eso los arruinó. Porque los bárbaros del norte de África acabaron con ellos. «La tesis de Nancy», Ramón J. Sender http://cvc.cervantes.es/actcult/sender/default.htm

«Momo» de Michael Ende

 


>>Introdujo sus largos dedos verdes en el pecho de Girolamo, que se quedó sentado como paralizado, y le hizo un nudo en el corazón. En ese mismo instante olvidó que era el príncipe Girolamo. Salió de su palacio y de su reino como un ladrón furtivo. Caminó por todo el mundo, hasta que llegó al país de Hoy, donde vivió en adelante como un pobre inútil desconocido y se llamaba simplemente Gigi. Lo único que había llevado consigo era la imagen del espejo mágico que desde entonces quedó vacío.

«Momo», Michael Ende

«Cálida Josefina» de Alfonso Paso

 


«Conejo Amable» puso mil quinientas pesetas de más en la cuenta. «Salmonete Arrogante» y Rudy subieron la escalera para iniciar su tierno y honesto arrullo.

«Cálida Josefina», Alfonso Paso

«Don Álvaro o la fuerza del sino» del Duque de Rivas

 



Preciosilla.- ¡Si los señores de Sevilla son vanidad y pobreza, todo en una pieza! Don Álvaro es digno de ser marido de una emperadora... ¡Qué gallardo!... ¡Qué formal y qué generoso!... Hace pocos días que le dije la buenaventura (y por cierto no es buena la que le espera si las rayas de la mano no mienten), y me dio una onza de oro como un sol de mediodía.

«Don Álvaro o la fuerza del sino», Ángel de Saavedra y Ramírez de Baquedano. Duque de Rivas

«El sí de las niñas» de Leandro Fernández de Moratín

 




DOÑA FRANCISCA:
Querer y ser querida... Ni apetezco más ni conozco mayor fortuna.

«El sí de las niñas», Leandro Fernández de Moratín

«Corintios 13», La Biblia

 


La caridad. Si, hablando lenguas de hombres y de ángeles, no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Y si teniendo el don de profecía y conociendo todos los misterios y toda la ciencia, y tanta fe que trasladase los montes, si no tengo caridad, no soy nada. Y si repartiere toda mi hacienda y entregare mi cuerpo al fuego, no teniendo caridad, nada me aprovecha.
La caridad es longánime, es benigna; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha; no es descortés, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal; no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera.

«Corintios 13», La Biblia

«Pippi Calzaslargas» de Astrid Lindgren

 



-¡No vuelvas a pegarle al caballo!, ¿oyes? Una vez, en Ciudad del Cabo, me encontré con un hombre que le pegaba a su caballo, como tú. Llevaba un bonito uniforme, y le dije que si volvía a pegarle a su caballo le pondría perdido de arañazos y le destrozaría el bonito uniforme. Él no hizo caso, y una semana después volvió a pegarle al caballo. Fue una látima de uniforme.
Bolmsterlund seguía sentado en la carretera, lleno de estupor.
-¿Adónde va usted? -preguntó Pippi.
Bolmsterlund, atemorizado, señaló a una casa de campo que había junto a la carretera.
-Allí, a mi casa.
Entonces Pippi desenganchó el caballo, que temblaba de cansancio y de miedo.
-Ven aquí, caballito -le dijo-, que otro gallo va a cantarte.
Y levantándolo con sus brazos, lo llevó a su establo. El caballo parecía estar tan asustado como Bolmsterlund.

«Pippi Calzaslargas», Astrid Lindgren

«Don Juan Tenorio» de José Zorrilla

 



(...)
¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga, llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando el día,
¿no es cierto, paloma mía,
que están respirando amor?
(...)

«Don Juan Tenorio», José Zorrilla

«La vida es sueño» de Pedro Calderón de la Barca

 




Es verdad; pues reprimamos esta fiera condición, esta furia, esta ambición por si alguna vez soñamos. Y sí haremos, pues estamos en mundo tan singular, que el vivir sólo es soñar; y la experiencia me enseña que el hombre que vive sueña lo que es hasta despertar. (...) Yo sueño que estoy aquí destas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. «La vida es sueño», Pedro Calderón de la Barca http://cvc.cervantes.es/actcult/calderon/default.htm

«La sombra del ciprés es alargada» de Miguel Delibes

 


Dediqué los días siguientes a rematar este lapso con dignidad. Uno de mis primeros quehaceres fue el acudir al cementerio a despedirme de Alfredo. El pino estaba más tripudo que nunca y la chicharra no cesaba de cantar. Nuestros nombres, impresos en la corteza, iban creciendo de conformidad con el desarrollo del pino. Dije adiós a Manolito García, víctima de horrible disentería, y le compadecí otra vez. La sombra del ciprés, alargada, acicular, dividía su lápida en dos. Pensé que las cosas largas, afiladas, eran más tristes que las redondas. Di la razón a Alfredo, por su elección de un lugar de reposo sombreado por un pino. (...) Adiviné que la sombra que a mí me cruzaba el corazón era alargada y fina como la de un ciprés; idéntica a la que partía en dos la lápida de Manolito García... «La sombra del ciprés es alargada», Miguel Delibes http://cvc.cervantes.es/actcult/delibes/default.htm

«Platero y yo» de Juan Ramón Jiménez

 


Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal... Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel... Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra...Cuando paseo sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo: - Tiene acero... Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo. «Platero y yo», Juan Ramón Jiménez http://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/jrj/default.htm

Elena Quiroga

 


#ElenaQuiroga #Escritoras Elena Quiroga de Abarca (Santander, 1921 - La Coruña, 1995). Se cumple este año el centenario del nacimiento de esta escritora casi desconocida. La segunda mujer que entró en la RAE. Llamaba a Santander matria y a Galicia patria, por ser las tierras de sus padres. «La Soledad sonora», «Viento del Norte» (Premio Nadal), «La Sangre», «Algo pasa en la calle», «La enferma», «La Careta», «Plácida la joven y otras narraciones», «La última corrida», «Tristura», «Escribo tu nombre», «La otra ciudad», «Grandes Soledades»... son algunos de sus títulos. https://datos.bne.es/persona/XX1069396.html https://dbe.rah.es/biografias/10566/elena-quiroga-de-abarca https://www.rae.es/academico/elena-quiroga-de-abarca http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-novela-espanola-de-1939-a-1953/html/1efb1697-69ff-4903-b5e8-dc5cdf6d1125_3.html http://laantiguabiblos.blogspot.com/2018/08/la-enferma-elena-quiroga.html http://www.escritorescantabros.com/escritor/quiroga-de-abarca-elena.html https://www.facebook.com/RAE/photos/a.579597158727280/4621227601230862/ https://www.eldiarioalerta.com/articulo/agencias/cantabria-ciclo-palabra-habitada-vuelve-casyc-conferencia-elena-quiroga/20210922080336285252.html https://www.marie-claire.es/bazar/producto-ocio-cultura/articulo/de-carmen-laforet-a-elena-quiroga-las-grandes-autoras-de-la-posguerra-que-no-te-cansaras-de-leer-241630933944 https://www.eldiario.es/cantabria/cantabros-con-historia/elena-quiroga-piel-dentro_132_1966996.html https://es.wikipedia.org/wiki/Elena_Quiroga

Camilo José Cela

 




Pasa por la plaza un mendigo adolescente, tonto, a quien falta un ojo. Camina rígido, hierático, con lentitud, y va rodeado por dos docenas de muchachos que lo miran en silencio. El tonto tiene una descalabradura, aún sangrante, en la cabeza, y un aire de una profunda tristeza, de una inusitada tristeza en todo su ademán. Anda arrastrando los pies, apoyado sobre un bastón de cayado, con el espinazo doblado y el pecho hundido. Con una voz chillona, cascada, estremecedora, el tonto canta: Jesús de mi vida, Jesús de mi amor, ábreme la herida de tu corazón. Una mujer con un niño a cuestas se ha asomado a un portal. -¡Lástima no reventases, perro! «Viaje a La Alcarria», Camilo José Cela http://cvc.cervantes.es/actcult/cela/default.htm

Carmen Laforet

 


Gloria, la mujer serpiente, durmió enroscada en su cama hasta el mediodía, rendida y gimiendo en sueños. Por la tarde me enseñó las señales de la paliza que le había dado Juan la noche antes y que empezaban a amoratarse en su cuerpo.

«Nada», Carmen Laforet

Friedrich Nietzsche

 



De acuerdo con este conocimiento, hemos de concebir la tragedia griega como un coro dionisíaco que una y otra vez se descarga en un mundo apolíneo de imágenes. Aquellas partes corales entretejidas en la tragedia son, pues, en cierto modo, el seno materno de todo lo que se denomina diálogo, es decir, del mundo escénico en su conjunto, del drama propiamente dicho. En numerosas descargas sucesivas ese fondo primordial de la tragedia irradia aquella visión en que consiste el drama: visión que es en su totalidad una apariencia onírica, y por tanto de naturaleza épica, mas, por otro lado, como objetivación de un estado dionisíaco, no representa la redención apolínea en la apariencia, sino, por el contrario, el hacerse pedazos el
individuo y el unificarse con el ser primordial. El drama es, por tanto, la manifestación apolínea sensible de conocimientos y efectos dionisíacos, y por ello está separado de la epopeya como por un abismo enorme.

«El nacimiento de la tragedia», Friedrich Nietzsche

William Shakespeare

 


Hamlet- ¡Ser o no ser; he aquí el problema! ¿Qué es más elevado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar las armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? ¡Morir..., dormir, no más! ¡ Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡He aquí un término para ser devotamente deseado! ¡Morir..., dormir! ¡Dormir!... ¡Tal vez soñar! ¡Sí, ahí está el obstáculo! Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos librado del torbellino de la vida. ¡He aquí la reflexión que da existencia tal larga al infortunio! (...)

«Hamlet», William Shakespeare

«El perro del hortelano» de Lope de Vega

 




Diana- Llega,
Teodoro, y toma la pluma.
Teodoro- (Aparte) Hoy me mata o me destierra.
Diana- Escribe.
Teodoro- Di.
Diana- No estás bien
con la rodilla en la tierra;
ponle, Anarda, una almohada.
Teodoro- Yo estoy bien.
Diana- Pónsela, necia.
Teodoro- (Aparte) No me agrada este favor
sobre enojos y sospechas;
que quien honra las rodillas,
cortar quiere la cabeza.
Yo aguardo.
Diana- Yo digo ansí.
Teodoro- (Aparte) Mil cruces hacer quisiera.

(Siéntese la condesa en una silla alta. Ella diga y él vaya escribiendo.)

Diana- «Cuando una mujer principal se ha declarado
con un hombre humilde,
eslo mucho el término
de volver a hablar con otra,
mas quien no estima su fortuna,
quédese para necio».
Teodoro- ¿No dices más?
Diana- Pues ¿qué más?
El papel, Teodoro, cierra.
Anarda- (A la condesa) ¿Qué es esto que haces,
señora?
Diana- Necedades de amor llenas.
Anarda- Pues ¿a quién tienes amor?
Diana- ¿Aún no le conoces, bestia?
Pues yo sé que le murmuran
de mi casa hasta las piedras.
Teodoro- Ya el papel está cerrado;
sólo el sobrescrito resta.
Diana- Pon, Teodoro, para ti,
y no lo entienda Marcela;
que quizá le entenderás
cuando de espacio le leas.

«El perro del hortelano», Lope de Vega

https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-perro-del-hortelano--0/html/ff981632-82b1-11df-acc7-002185ce6064.html

https://www.youtube.com/watch?v=OJtrqS2p2WY  

https://www.youtube.com/watch?v=Bl0EWkpD5Xs


«Misericordia» de Benito Pérez Galdós

 



Ninguno de los entrantes o salientes hacía caso del pobre Pulido, porque ya tenían costumbre de verle impávido en su guardia, tan insensible a la nieve como al calor sofocante, con su mano extendida, mal envuelto en raída capita de paño pardo, modulando sin cesar palabras tristes, que salían congeladas de sus labios. Aquel día, el viento jugaba con los pelos blancos de su barba, metiéndoselos por la nariz y pegándoselos al rostro, húmedo por el lagrimeo que el intenso frío producía en sus muertos ojos. Eran las nueve y aún no se había estrenado el hombre. (...)


    «Misericordia», Benito Pérez Galdós

Miguel de Cervantes

 


(...) Y diciendo esto se arrojó del lecho con intención de cerrar la puerta y no dejar entrar a la señora Rodríguez; mas cuando la llegó a cerrar, ya la señora Rodríguez volvía, encendida una vela de cera blanca, y cuando ella vio a don Quijote de más cerca, envuelto en la colcha, con las vendas, galocha o becoquín, temió de nuevo y, retirándose atrás como dos pasos, dijo:
- ¿Estamos seguras, señor caballero? Porque no tengo a muy honesta señal haberse vuesa merced levantado de su lecho.
- Eso mesmo es bien que yo pregunte, señora -respondió Don Quijote-, y, así, pregunto si estaré yo seguro de ser acometido y forzado.
- ¿De quién o a quién pedís, señor caballero, esa seguridad? -respondió la dueña.
- A vos y de vos la pido -replicó Don Quijote-, porque ni yo soy de mármol, ni vos de bronce, ni ahora son las diez del día, sino media noche, y aun un poco más, según imagino, y en una estancia más cerrada y secreta que lo debió de ser la cueva donde el traidor y atrevido Eneas gozó a la hermosa y piadosa Dido. (...)

«El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha», Miguel de Cervantes

Leopoldo Alas, Clarín

 


(...) Ana, lánguida, desmayado el ánimo, apoyó la cabeza en las rejas frías de la gran puerta de hierro que era la entrada del «Parque» por la calle de Tras-la-cerca. Así estuvo mucho tiempo, mirando las tinieblas de fuera, abstraída en su dolor, sueltas las riendas de la voluntad, como las del pensamiento que iba y venía, sin saber por dónde, a merced de impulsos en que no tenía conciencia. (...)

«La Regenta», Leopoldo Alas, Clarín http://cvc.cervantes.es/actcult/clarin/default.htm

Pablo Neruda

 



Puedo escribir los versos más tristes esta noche. (...) «Veinte poemas de amor y una canción desesperada», Pablo Neruda http://cvc.cervantes.es/actcult/neruda/default.htm

Rosalía de Castro

 


Ya duermen en su tumba las pasiones
el sueño de la nada;
¿es, pues, locura del doliente espíritu,
o gusano que llevo en mis entrañas?

Yo sólo sé que es un placer que duele,
que es un dolor que atormentando halaga,
llama que de la vida se alimenta,
mas sin la cual la vida se apagara.

«En las orillas del Sar», Rosalía de Castro

Luis de Góngora

   



(...)


Al Sol levantó apenas la ancha frente
el veloz hijo ardiente
del Céfiro lascivo,
cuya fecunda madre al genitivo
soplo vistiendo miembros, Guadalete
florida ambrosía al viento dio jinete,
que a mucho humo abriendo
la fogosa nariz, en un sonoro
relincho y otro saludó sus rayos.

(...)

«Soledades», Luis de Góngora

Rafael Alberti

 


ESTAMPAS 1 El ciervo, la cierva y la cervatilla (muerte) ...Y el ciervo, arrodillado, gimiendo: ¡Vida! La cierva, por el vado, llorando: ¡Hija! La cervatilla, niño, muerta, en la orilla. Rafael Alberti http://cvc.cervantes.es/actcult/alberti/default.htm «El rodaballo», Günter Grass

José de Espronceda

 




CANCIÓN DEL PIRATA

Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar sino vuela
un velero bergantín:
bajel pirata que llaman
por tu bravura el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar rïela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa
y allá a su frente Stambul.

"Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza,
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

"Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

"Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

"Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra:
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

(...)

José de Espronceda

San Juan de la Cruz

 


En una noche escura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

(...)

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las açucenas olvidado.

San Juan de la Cruz