Himnos Olímpicos de Píndaro
Olímpica VIII
A Alcimedonte de Egina, joven luchador
¡Oh, madre de las lides
fecundas en coronas refulgentes,
reina de la verdad, sagrada Olimpia!
En tu seno el fatídico profeta
en las ardientes víctimas explora
la voluntad de Júpiter, que el rayo
rápido vibra; y sin errar conoce,
cuando los votos del atleta escucha,
que a la victoria y al reposo, premio
debido a los certámenes, aspira.
A la piedad concede
y a las preces del santo sacerdote
su respuesta el oráculo. ¡Oh, de Pisa
frondosísimo bosque, cuyas ramas
prestan su sombra al cristalino Alfeo!
Recibe este cantar, y las coronas
triunfales que te ofrezco. Alto renombre
adquiere siempre el vencedor ilustre
a quien tú recompensas; pero varios
los galardones son, y por caminos
diversos, a la gloria nos conducen
los dioses inmortales.
(...)
Traducido en 1883 por Ignacio Montes de Oca y Obregón (1840-1921).
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