No sé cómo he acabado siendo tan buena persona después de lo rebelde que fui en mi infancia... 😁
Llega la Semana Santa, y he recordado aquel potaje de garbanzos que me decidió a no volver a pisar el comedor del colegio.
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Yo comía siempre en casa, pero un día, mi madre tenía algo que hacer y no podía recogerme del colegio a mediodía. Así que me quedé a comer en el colegio. Y la experiencia debió de ser buena..., porque estuve una temporada comiendo allí. Pero una temporada muy corta...
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En mi casa, nunca me obligaron a comer nada. Mi madre me ponía las comidas que me gustaban. Lentejas, cocido, ensaladilla rusa, croquetas de atún, empanadillas de atún con tomate, algún filete con patatas, macarrones... No me gustaba mucho más. 😚 Y seguramente creyó que en el cole comería más variado. Así que degusté durante unos días los menús monjiles. Hasta que llegó ese potaje de garbanzos... Estoy hablando de cuando estaba en párvulos. Tenía 5 años.
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Ya había tenido una movida con la monja del comedor por un puré de patatas... 😁 A esta monja no le gustó nada que yo compartiera con la niña que tenía a mi lado mi opinión sobre aquel puré. Recuerdo perfectamente el sabor del puré, como si me lo estuviera comiendo ahora. Sabía a paja. Y eso dije en voz alta. Seguramente ahora me encantaría ese puré, porque tenía un sabor peculiar pero no desagradable para mis gustos de ahora. Bueno..., ¡cómo se me ocurrió decirlo...! Que si la paja la comen los burritos... 😛 Lo que no sé es si llegué a comerme aquel puré... Pero sé que el potaje no me lo comí.
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Creo que a mí el potaje no me gustaba nada en casa, y tampoco me gustó en el comedor del cole. No me gustó nada de nada. Aunque seguro que estaba buenísimo, empecé a comerlo y me dio angustia... Pero angustia física... No podía tragarme aquello. Y dejé de comer, y a la monja tampoco le pareció bien. Y se le ocurrió hacer algo que mi madre no hubiera hecho jamás. Pero jamás de los jamases. A mi madre nunca se le hubiera ocurrido obligarme a comer un potaje de garbanzos. Podéis imaginaros lo horrible que es que te obliguen a comer algo que te da asco. 😄 Hizo algo que nunca debió hacer. Y lo que yo hice, ella se lo buscó. Con la boca llena de garbanzos, y temiendo que se empeñara en que yo siguiera comiendo aquel potaje, la única solución que vi para acabar con ese martirio fue coger el plato, alejarlo de la mesa y darle la vuelta. ¡¿Porque del suelo no se atrevería a dármelo...?! No me conocía a mí esa monja...
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Después de ese día, por supuesto no volví a pisar el comedor. Y mi madre tuvo que volver a aguantarme a mediodía. 😆