Incapacitado para aplaudir en tales condiciones, me dejé caer en mi asiento, mudo, inmóvil, tembloroso, aniquilado, con los ojos fijos en la figura del artista quien, de pie en medio del escenario, respondía a las aclamaciones del público con saludos distraídos, casi desdeñosos, pareciendo buscar de tanto en tanto, con miradas cargadas de una ardiente ternura, mis propios ojos, los míos sólo. ¿Cómo podría describirle mi alegría? ¿Era posible que entre toda aquella multitud me hubiera escogido a mí sólo, que me amara?
«Teleny»
Oscar Wilde