MIS NOVELAS

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Mis novelas

Mito de la Caverna de Platón

«La montaña mágica» de Thomas Mann

 




Settembrini tendió entonces la mano hacia él, inclinando la cabeza a un lado y cerrando los ojos; gesto que le servía para interrumpir con dulzura y rogar que se le continuara escuchando. Se mantuvo durante algunos segundos en esta posición y permaneció así algún tiempo después cuando Hans Castorp, un poco cohibido, se hubo callado. Finalmente el italiano abrió sus ojos negros -los ojos de organillero- y habló:
-Permítame, permítame, ingeniero, que le diga, e insisto sobre este punto, que la única manera sana y noble, y también (y digo esto expresamente) y también la única manera religiosa de considerar una muerte consiste en encontrarla y en experimentarla como una parte, como un complemento, como una condición sagrada de la vida y no (lo que sería lo contrario de la salud, de la nobleza, de la razón y del sentimiento religioso) en separarla de ella, en hacerla un argumento contra ello. Los antiguos decoraban sus sarcófagos con símbolos de la vida y de la fecundidad, (...) Aquellos hombres sabían honrar a la muerte. La muerte es digna de respeto, como la cuna de la Vida, como el seno de la renovación. Pero opuesta a la vida y separada de ella se convierte en un fantasma, en una máscara o en una cosa peor todavía, pues la muerte tomada como una potencia espiritual independiente es muy depravada; su atractivo perverso es indudablemente muy fuerte, y sería sin duda el más espantoso extravío del espíritu humano querer simpatizar con ella.

«La montaña mágica»
Thomas Mann